Son peregrinos los pertenecientes a comunidades de territorios que establecen relaciones pacíficas con Roma. Es un requisito "sine qua non" para que sus habitantes fueran considerados peregrinus y no enemigos.
Se incluye en la categoría de los peregrinus a los habitantes de los pueblos que conservan sus instituciones y costumbres, pese a su sometimiento político a Roma. También se considera peregrinus al extranjero que se encuentra de paso, pues mientras permanece en ese territorio está sometido a la legislación romana.
A lo largo de su historia, Roma protege jurídicamente al extranjero en sus territorios. A ellos se les aplicaba el ius gentium (derecho de gentes), a través del praetor peregrinus, que interviene cuando alguna de las partes encausada no es ciudadano romano. Pero aunque se le brinden mecanismos procesales, no significa que tenga los mismos derechos que el ciudadano: carece de voto, no puede ser candidato a magistrado, ni servir en las legiones. El peregrinus no puede asociarse al culto de la ciudad, ni consultar auspicios, ni desempeñar sacerdocios.
Por otra parte los peregrinus tenían sus costumbres y tradición y, en muchos de los casos, con significación contraria a la romana. Por ello Octavio Augusto favoreció, por todos los medios, la afluencia de los perigrinus a las tierras sagradas de Occidente. Su protección a la tradición, que unía la herencia caldea y egipcia, con las greco-latina y celta, favoreció el viaje de los peregrinos devotos.
En este momento de la historia los peregrinus de los territorios del imperio se dirigen al extremo occidente. Todo viaje significa un esfuerzo, y en aquel momento inicial podemos imaginar las inmensas dificultades que debía significar realizar el trayecto.
Imaginemos un joven peregrino que, deseoso de integrarse en la nueva corriente que Roma propone en los territorios conquistados, se decide a realizar el viaje iniciático que el mismo Emperador favorece, y que le conducirá hasta las tierras del fin del mundo, hasta la Callaecia.
Para ello, y para realizar con alguna garantía el largo trayecto, solicita el salvoconducto que los Caballeros de la Orden Ecuestre administran, y que le permitirá realizar el camino con cierta protección, además de poder utilizar en algunos enclaves los albergues y cuidados hospitalarios. Ese salvoconducto, que le protegerá en su viaje, es una concha de molusco, que según la mitología antigua representa, ya que le pertenece, a la diosa Venus. Una concha de venera o vieira, es el símbolo del peregrino en trayecto a Lucus Augusti. Venus era la diosa protectora de Octavio Augusto, además de ser la señal que indicaba en el cielo el inicio del sendero de Anu, por todo ello, Octavio Augusto la adoptó como el símbolo protector de los peregrinus en dirección a su Ciudad Sagrada.
El trayecto de ida podía durar hasta cuatro meses, si el punto de partida era desde Germania o lugares situados a una mayor distancia. A lo largo del trayecto se construyeron, por parte de los integrantes de los Collegia Fabrorun, templos con dedicación a los Lares Viales; éstos eran, en la mitología romana, los protectores de los caminantes y además, permitían ofrecer lugares de reposo y protección a los peregrinus para pasar la noche durante el viaje. Los lares viales eran los genios protectores del camino y se encargaban de proteger a todos los viajeros en el trayecto. Los templos a estas divinidades estaban emplazados en cruces de caminos o próximos a los puentes sobre los ríos.
La llegada al final del trayecto significaba un gran esfuerzo para los peregrinus. La satisfacción de terminar su viaje y alcanzar el Ara Solis en el "Finis Terrae", le permitía iniciarse en una nueva comunión.
La concesión De "immunitas perpetua" a un peregrinus era una gracia que solo el emperador podía conceder, y esto solo se producía en ocasiones muy especiales como premio a comportamientos de fidelidad a Roma o hacia el propio emperador.
Octavio Augusto decretó la "immunitas perpetua" para los peregrinus que alcanzasen el final del trayecto, la casilla 63, de acuerdo con las condiciones establecidas por el rito de Jano. Este premio tan especial fue de gran apoyo para que los integrantes de las tribus de los territorios de Occidente se integrasen en el nuevo Imperio y pudiesen participar como ciudadanos en los proyectos de Roma en el futuro.
El territorio de la Callaecia fue, a partir de este momento, el que mayor número de nuevos ciudadanos aportó al Imperio de origen peregrino.
El peregrino, al regreso de su viaje iniciático al Finis Terrae, será continuador del Arkhé universal, tras su contacto con la Luz y tras comprender que la felicidad, solo será alcanzada a través de la sabiduría que proporciona el conocimiento.
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